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Francisco Góngora
Martes, 18 de octubre 2016, 03:41
Hace tiempo que me interesé por el pequeño monolito, casi ilegible por el paso del tiempo y las pintadas, que se encuentra a la salida del pueblo de Urbina hacia Legutiano. Cuando pregunté a los vecinos en la localidad todo el mundo sabía que existía y dónde estaba pero no encontré a nadie que pudiera explicar qué se escondía detrás del recuerdo a tres jóvenes cabos artilleros de la Legión Cóndor -siempre vinculada a la aviación en el imaginario popular- que habían muerto allí.
Josu Agirregabiria, uno de los grandes investigadores de este período histórico y autor de varios libros sobre la Guerra Civil en Álava tenía claro que ocurrió durante la llamada Campaña de Vizcaya, cuando el ejército franquista inició una durísima ofensiva que rompió el frente alavés en pocas horas. Fue el 31 de marzo de 1937. Pero no se atrevía a afirmar si fue un accidente artillero o fuego amigo o la reacción republicana desde el Albertia.
Un blog dedicado a la Arqueología de la Guerra Civil española ha informado recientemente de este suceso. El post está firmado por Josu Santamarina Otaola y apunta a las claves para entender la estela.
Señala el blog que en Urbina se encontraba la plana mayor del Ejército sublevado con el general Mola a la cabeza y varios asesores alemanes. Según señala el historiador Jiménez de Aberásturi se ponía en marcha por vez primera en la historia la primera operación combinada de 'guerra-aire-tierra'. La llamada guerra relámpago. Los alemanes querían probar esa táctica tan crucial en la II Guerra Mundial y se enfadaron muchísimo cuando Mola, por culpa del mal tiempo frenó la ofensiva unos días.
Bombardeo
Más de 100 cañones y numerosos aviones de la Legión Cóndor y la Aviazione Legionaria Italiana unieron sus esfuerzos en un bombardeo conjunto sobre los montes Albertia, Jarindo y Maroto, donde se concentraban los defensores del Eusko Gudarostea. Algunos de esos aviones bombardearon ese mismo día Durango y provocaron varios centenares de muertos civiles.
Al principio las tropas del Ejército vasco aguantaron estoicamente. Los soldados franquistas subieron con mucho esfuerzo y también tuvieron numerosas bajas, como se recuerda en el parte de guerra del regimiento Flandes, por las empinadas laderas de los montes, entonces sin árboles y llenos de trincheras. «Para facilitar el avance había soldados con flechas blancas pintadas en la espalda que, cuando localizaban un punto fuerte se tumbaban en el suelo señalándolo a los aviones», Huidobro 2016.113.
Las posiciones del Ejército vasco tuvieron que ser abandonadas rápidamente. Era el éxito de la guerra relámpago.
Pero también hubo problemas entre los atacantes. Tres cabos (gefreiter) del Cuerpo Antiaéreo Motorizado F/88 de la Legión Cóndor que manejaban un cañón en Urbina sufrieron un accidente. Las causas que apunta el investigador Jon Santamarina son dos. Por un lado, una explosicón producida por la propia pieza debido a algún defecto de manejo o fábrica. Por otro, el fuego amigo. Unos Junker 52 bombardearon el puesto de mando de la IV Brigada de Navarra, sufriendo heridas su jefe de estado mayor y el general Sperrle que presenciaba la acción desde un observatorio y estuvo a punto de ser alcanzado.
Los tres cabos se llamaban Emil Creutz (23 años), muerto por sus múltiples heridas con posterioridad el día 4 de abril de 1937; Johann Fischer (23 años), fallecido con posterioridad el día 20 de abril; y Karl Rettenmaier (27 años) muerto el día 2
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