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Francisco Góngora
Martes, 19 de abril 2016, 01:07
En el 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes está bien recordar que durante dos décadas, Vitoria fue centro del debate sobre el escritor del Quijote. Ocurrió cuando a la capital gótica la llamaban la Atenas del Norte y cuando el territorio se desangraba en una guerra entre hermanos.
¿Tiene alguna vinculación Vitoria con Cervantes? No es por sacar los pies del tiesto pero la pregunta tiene una respuesta sorprendentemente positiva. Lo conoceremos a lo largo del artículo, pero hay que comenzar por el principio.
En 1873, se funda en la capital alavesa la Academia Cervántica Española. El 23 de abril de ese año celebró la primera conmemoración coincidiendo con el 257 aniversario de la muerte del escritor. Para el evento se eligió el salón del Ateneo, otra institución clave de la época, donde se colocaron paños encarnados y una mesa sobre la que descansaba un busto de Cervantes coronado de laurel y varias ediciones elegantes de su obra más inmortal.
El doctor en Historia Gorka Martínez Fuentes estudió este fenómeno cervantino en Vitoria gracias a una beca de Eusko Ikaskuntza y el artículo está publicado en internet. Seguimos su relato por ser el más completo que hemos encontrado.
«Ante un salón lleno de gente, los académicos hicieron su entrada vestidos de riguroso luto ocupando las butacas en función de su grado, es decir, académicos de mérito y número a la derecha y académicos de mérito a la izquierda. Tras la apertura de la sesión, el director Julián de Apraiz expuso su objeto mientras el secretario Fermín Herrán dio lectura al acta de la junta en la que se acordó la celebración de la velada.
Juan José Herrán, Federico Baraibar, Eduardo Velasco, Acacio Cáceres, Pedro de la Hidalga y Julián Arbulo recitan la obra del genial manco o hablan de su ingenio, mientras en las afueras de la ciudad suenan los cañones por la guerra civil carlista.
A lo largo de los siguientes años hay una actividad muy intensa que se mantuvo hasta bien entrada la década de los ochenta. Asisten a las veladas personajes como Sotero Manteli y Mateo de Moraza. Se asocian ilustres extranjeros y la institución tiene una cobertura internacional. El presidente honorario es Mariano Pardo Figueroa, más conocido como Dr. E. W. Thebussem, y, entre otros , están en su junta directiva, José María Zavala, Guillermo Montoya, Sebastián Abreu y Nicasio Lacalle. También eran académicos de número Ramón López de Vicuña y Manuel Iradier, Ángel María Álvarez, Luis Gené, Francisco Juan de Ayala, Ladislao de Velasco, Cristóbal Vidal, Ramón Ortiz de Zárate, Daniel Ramón de Arrese, Juan Aldama, Xavier Losada, Ramón Ortés de Velasco, Aureliano Fernández Guerra (Madrid), Juan Eugenio Hartzenbusch (Madrid), Mariano Roca (Madrid), Juan Valera (Madrid), Adolfo de Castro (Cádiz)y Francisco María Tubino (Madrid).
Se juntan diferentes ideologías políticas, desde republicanos a conservadores pasando por carlistas y otros.
Gorka Martínez recalca el carácter elitista e «impermeable de la asociación en la cual participaron sectores sociales acomodados pertenecientes a la nobleza y clases medias (abogados, publicistas, catedráticos) con cargos políticos municipales y provinciales. Pero también puede apreciarse un continuismo en los puestos directivos».
De todas las sesiones conmemorativas, existe consenso entre los estudiosos en que la de 1878 fue la mejor por la asistencia y por la calidad de los discursos. En esa jornada Herrán calificó a Cervantes como un rey y un santo cuyas obras literarias reflejaban los principales episodios de su vida, analizó las 'Novelas ejemplares', y destacó los principales rasgos que hacen de 'El Quijote' una obra universal.
Julián de Apraiz, por su parte, destacó que «resultaba chocante que una capital vasca como Vitoria fuera la que hubiera pensado en la fundación de una academia consagrada a Cervantes cuando había otras ciudades españolas con más población y recursos científicos y cuando el mismo Cervantes jamás residió o viajó por las provincias vascas. Pese a ello siempre tuvo, en opinión de Apraiz, una buena consideración hacia los vascos a quienes incluyó en sus obras. Esto constituye el punto de partida de su iscurso 'Cervantes vascófilo' cuya elección no fue baladí. A pesar de haber pasado dos años de la abolición foral, el espíritu foralista seguía vivo en la política vasca. Los republicanos alaveses, entre los que se encontraban Apraiz y Herrán, no sólo fueron partidarios de la desaparición del sistema monárquico sino que sus reivindicaciones incluyeron la consecución de mayores cotas de descentralización y la reinstauración de las libertades arrebatadas en 1876».
«Con este discurso, el propósito de Apraiz fue presentar un nuevo punto de vista sobre Cervantes que se caracterizaría por su aprecio hacia los vascos con quienes compartió experiencias durante sus expediciones militares, su cautiverio y su vida civil. De este modo, quedaba demostrado su vascofilismo, que estaba avalado por varios pasajes de sus obras en los que aparecían mencionados personajes vascongados», comenta Gorka Martínez.
En defensa del euskera
«Apraiz fue más lejos y no dudó en presentar a Cervantes como un defensor del euskera. Frente a autores como Francisco de Quevedo que menospreciaron la lengua vasca. Cervantes no la repudió sino que defendió la idea de que todo artista debía cultivar su lengua vernácula (capítulo XVI de la segunda parte del Quijote). Apraiz concluía su discurso demostrando el aprecio de Cervantes hacia lo vasco y considerándolo un lazo tan válido como los accidentales o la vecindad».
Precisamente, fue la obra de Julián de Apraiz el aspecto más importante del recorrido de la Academia. No hubo grandes sesiones como la de 1878, pero las reuniones se mantuvieron con una menor repercusión. De sus discursos salió un libro. Se titulaba Cervantes vascófilo, vindicación de Cervantes respecto a su supuesto antivizcainismo (1881).
Frente a varios autores que hablaban del antivasquismo de Cervantes, Apraiz desgrana diversos episodios de las obras del escritor de Alcalá de Henares presentando al lector una galería de vascos con quienes Cervantes compartió episodios de su vida civil y militar y que aparecen reflejados en sus escritos. Frente al castellano mal chapurreado de Sancho de Azpeitia (adversario de don Quijote en los capítulos VIII y IX de la primera parte de El Quijote), Apraiz presenta los elogios a los vascos en todo el libro. Frente a la supuesta ojeriza cervantina por el monopolio vasco de cargos públicos se destacan la capacitación y honradez vascas.
Incluso va más lejos y no duda en presentar a Cervantes como un defensor del euskera en obras como 'El Quijote', 'La gran sultana', 'La casa de los celos', 'Los dos habladores' o 'El rufián dichoso'' y como un admirador de literatos como Alonso de Ercilla, Antonio de Guevara o Juan de Jáuregui, quienes aparecen citados en obras como 'El Quijote' o 'Viaje a Parnaso'. Sin embargo, la prueba definitiva que presenta Apraiz para demostrar los errores del cervantismo centralista es una novela ejemplar de Cervantes titulada 'La señora Cornelia' cuyos jóvenes protagonistas , los alaveses Antonio de Isunza y Juan de Gamboa, resultan claves en el final feliz de la obra.
Por lo tanto, concluye el historiador Gorka Martínez, a juicio de Apraiz , Cervantes tenía todos los méritos para ser llamado 'Vascófilo' merced a su afecto hacia los vascos a quienes atribuyó cualidades enviadiables y trató respetuosamente, colocándolos, en ocasiones, por encima de otras comarcas españolas y reconociéndoles sus dotes literarias, virtudes y costumbres.
La actividad de la Academia siguió en los años posteriores animada especialmente por los estudios de Apraiz que quería seguir demostrando el amor de Cervantes a lo vasco. Sin embargo, a partir de 1889 es el Ateneo y no la Academia la que organiza las veladas cervantistas, en las que Apraiz sigue divulgando nuevos hallazgos como un documento (1895) que demostraba que el alavés Valentín de Foronda era antiquijotista.
El Paseo de Cervantes
«El canto del cisne de los homenajes cervantinos fue en 1905, coincidiendo con el tercer centenario de la publicación del Quijote. Se organizó un plan de festejos dirigidos por Julián Apraiz . El Ayuntamiento proyectó conceder el nombre de Paseo Cervantes a la Gran Vía que conducía al Mineral. Hubo óperas infantiles, asaltos de armas con florete y sable (Marianistas), bailes, certámenes literarios y múltiples conferencias sobre la vida y la obra del autor del Quijote. La participación de los escolares de todos los colegios fue extraordinaria y la asistencia del público a los teatros magnífica. Vitoria se volcó aquel año con Cervantes. Pero Fermín Herrán se había marchado a Bilbao y eso, entre otros factores, provocó el declive de la asociación.
Gorka Martínez concluye que «la Academia Cervántica se convirtió en el foro donde sus integrantes encontraron un ámbito común en el que demostrar su admiración por la figura de Miguel de Cervantes, a la que ensalzaron atribuyéndole virtudes humanas e incluso divinas. Artidarios de la idea de la literatura como regeneradora de la sociedad, los académicos utilizaron la figura de Cervantes como referente para las jóvenes generaciones presentándola como el paradigma del hombre cristiano, bondadoso, intrépido y honrado».
Finalmente, hay que destacar un artículo del psicólogo clínico, exdiputado de Cltura e investigador Federico Verástegui titulado 'Cervantes vascófilo', en el que el autor ahonda en un dato importante. Cervantes trabajó para un importante comerciante de origen alavés, Pedro de Isunza, proveedor de las flotas de Indias, entre los años 1591 y 1592.
Otro dato que resalta Verástegui, es que la biografía de Cervantes escrita por Martín Fernández de Navarrete ejerció una gran influencia en los intelectuales vitorianos antes de la creación de la academia.
Verástegui apunta algo de la biografía de Julián de Apraiz. Nacido en Vitoria en 1848 fue profesor de Literatura en el Instituto San Isidro de Madrid y catedrático de la Universidad Libre de Vitoria. También dirigió el Instituto de Enseñanza Media de esta ciudad y fue catedrático y secretario del de Bilbao. Furibundo cervantias, publicó numerosos artículos de temas diversos, desde la arqueología hasta la literatura, pasando por los estudios helénicos. Se casó con Elvira Arias, autora del 'Libro de cocina de una vitoriana' un singular libro de gastronomía. Y tuvieron 9 hijos. Murió en Madrid en 1910. Inauguró una de las sagas más prolíficas de la reciente historia de Vitoria en todos los campos de la cultura con Julián Apraiz como el más conocido por ser el constructor de la catedral nueva.
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