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Francisco Góngora
Martes, 24 de marzo 2015, 02:27
El 30 de noviembre de 1936 arrancó la única ofensiva del Ejército vasco para conquistar Vitoria y llegar hasta Miranda de Ebro en una operación que implicaba, al principio, un amplio movimiento de tropas republicanas de Santander y Asturias. Dentro de los combates por la localidad alavesa de Legutiano, entonces denominada Villarreal, enclave estratégico en el que confluían tres carreteras, se registró un curioso episodio, el ataque de tres auto blindados soviéticos, recién llegados a la península.
Cuenta la historia el investigador Josu Aguirregabiria en su libro 'La batalla de Villareal de Álava' (Ediciones Beta), ya a la venta a través de internet. "Tras el primer ataque relata, durante la mañana del día de San Andrés, no se habían logrado romper las obstinadas defensas nacionales de Villarreal, donde apenas 700 hombres resistieron el ataque directo de unos 5.000.
Ya por la tarde, la llamada segunda columna (de tres) mandada por el teniente coronel de carabineros Juan Cueto Ibañez de Zuazo cuenta con el apoyo de tres blindados sobre ruedas BA-6, que llegaron por la carretera de Ochandiano, la que actualmente va paralela al embalse de Urrunaga. Se trataba de un novedoso carro de fabricación rusa, robusto, potente y dotado con un cañón de 37 o de 45 milímetros y unos 49 proyectiles. Además, iba armado con dos ametralladoras de calibre 7,62. Era una mejora de su antecesor el BA-3. El acrónimo corresponde a la palabra rusa Broneavtomovil. La mejora más importante fueron los nuevos neumáticos, rellenos con esponja de caucho que eran menos vulnerables a las armas ligeras. Estaban muy bien artillados para la época y su torreta era similar a los famosos tanques T-26. Podían poner fuera de combate a otros vehículos con facilidad. Su delgado blindaje (de 6 a 15 milímetros), los hacía vulnerables, sin embargo, a los disparos de ametralladora pesada y cañones de pequeño calibre".
Es lo que ocurrió, como vamos a ver, a estos armatostes que habían llegado a Bilbao el 1 de noviembre en el buque soviético Antonin Andreov. Se calcula que en el Frente Norte hubo unos 120 de estos vehículos, de varios tipos, todos de procedencia soviética.
Cuando el primero de los BA-6 asomó el largo morro en la entrada de Villarreal el teniente nacional Héctor Elarre que cubría con un obús uno de los accesos hizo un disparo certero que lo dejó fuera de combate. Pero eso le dio tiempo al segundo blindado ruso a disparar contra la posición artillera y dejó muertos o heridos a casi todos los que acompañaban a Elarre.
Nemesio Ugarte, vecino de Legutiano, fue testigo y lo cuenta de esta manera: «El tío Pachico vivía en la última casa del pueblo saliendo hacia Ochandiano. Allí había un teniente navarro, un chicarrón de 22 años con un cañón y varios artilleros. Murieron algunos. El teniente estaba al otro lado de la casa detrás de un pino en un alto y desde allí daba las órdenes de fuego. Mandaba salir a los artilleros de la casa para disparar a los tanques que subían por la carretera y después de disparar corrían a la casa a refugiarse. Si uno caía, mandaba salir a otro y así continuamente. El teniente mandaba salir, disparaban y se escondía. También había un camión blindado».
Prosigue Aguirregabiria en su ensayo: «Los tripulantes del segundo BA-6, al no poder continuar hacia delante, decidieron regresar a sus líneas, pero el blindado volcó al realizar la maniobra de giro y tuvieron que abandonarlo en tierra de nadie. Simultáneamente, la infantería gubernamental avanzó hacia la villa sobre los parapetos ocupados por los requetés y por la carretera de Ubidea con el apoyo de camiones blindados, pero todos los ataques fueron finalmente rechazados. El teniente Elarre, tras perder su pieza, recogió todo lo que le podía servir, como el goniómetro, y se retiró con los heridos hacia el interior del casco urbano, donde se hizo cargo del cañón de 70 milímetros. El camión blindado que cubría el acceso norte de Villarreal colaboró también en el repliegue del teniente y sus hombres. Posteriormente fue alcanzado por la artillería republicana y fue abandonado entre el caserío denominado La Cochera y el cementerio. De la acción de Elarre también se hizo eco en su libro Vicente San Millán, identificando a uno de los artilleros que perdió la vida.
«Cuando los cuatro sirvientes de la pieza caen, el teniente la sirve personalmente. Un soldado, Gerardo Irisarri, acude a ayudarle y cae muerto. A pesar de ello, Elarre continúa disparando hasta que una granada enemiga desmonta la pieza».
En ese ataque por parte vasco-republicana debió actuar el batallón 4 del PCE denominado Rosa Luxemburgo, que estaba de reserva, ya que al final de la jornada los defensores de Villarreal recogieron en las alambradas una bandera comunista que se encontraba junto al cadáver de su infortunado porteador.
La superioridad de tener los blindados no fue aprovechada or los gubernamentales, al carecer de apoyo de la infantería y al ir en columna de uno en uno, convirtiéndose en un objetivo fácil de los artilleros.
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